Los Ángeles Negros históricos, el proyecto que lideró Rojas junto a Christian Blaser, fallecido en 2018. |
6 de febrero 2021
Sergio Rojas estuvo poco más de
un año en la banda chilena, pero marcó a fuego su historia: los bautizó con su
nombre y propuso a Germaín de la Fuente como su cantante. Se retiró para ser
profesor y, tras la reciente muerte del guitarrista Mario Gutiérrez, es el
único que queda vivo del núcleo más original del conjunto.
Fue un período breve en el que Sergio Rojas (75) sintió un ligero arrepentimiento. “Para qué te voy a decir que no: hubo un tiempo en que pensé que podría haber seguido. Cuando llegaron las lucas, cuando los vi llegando a todos en autos del año, en un Ford o un Camaro, con los dólares corriendo como agua, con un poder económico gigante”, admite hoy el músico ante el destino que pudo también haber sido suyo, pero no.
“Preferí seguir trabajando como profesor de música, que era lo que había estudiado. Pensé maduramente y sentí que estar en un grupo no era para mí, porque reflexioné en ese momento: ‘Y si me va mal en esto, si me meto en el trago o en la droga, que ya estaba muy fuerte, si al final no sirvo para esto’. Al final concluí que estuvo bien lo que decidí y nunca más me volví a arrepentir. Felizmente lo superé y me dediqué a mi familia y a mi hogar”, retoma ahora con respecto a la vida que sí fue suya, pero que por lo mismo lo situó como un protagonista mucho más anónimo en la carrera de una de las agrupaciones más relevantes y populares nacidas en Chile.
Sergio “Checho” Rojas fue parte del núcleo embrionario que después dio cuerpo y existencia a Los Ángeles Negros, el conjunto que nacido en la lejanía sureña de San Carlos revolucionó la música latinoamericana -tal como antes lo habían hecho Lucho Gatica y Violeta Parra, oriundos también de provincia- y que hasta hace sólo un par de semanas seguía como un colectivo aún en actividad.
La muerte en México en enero y
por Covid-19 de su guitarrista, líder y también fundador, Mario Gutiérrez, puso
fin a las más de cinco décadas de historia de la banda y, de paso, dejó a Rojas
como el único sobreviviente de sus primeros días, responsable además de hitos
decisivos en su desarrollo, pese a haber contado apenas un año en sus filas y a
haberse retirado para consagrarse a las aulas cuando el conjunto crecía como un
titán capaz de dominar el ideario romántico de la región.
“Por eso, no hay que equivocarse
en la historia. Y siempre hay que ser preciso con todo lo que se cuenta de Los
Ángeles Negros”, refuerza Rojas taxativo, entendiendo que el devenir de la
banda siempre estuvo crispado por fracturas personales o litigios de marca,
como si las heridas amorosas descritas en sus canciones también fueran los
tormentos que ellos mismos vivieron como compañeros de grupo.
En 1967, Mario Gutiérrez formó junto a un par de compañeros de la Escuela Consolidada de San Carlos su primera agrupación, bajo el objetivo de replicar el vértigo del rock instrumental de moda en la escena anglo, pero también -quizás más importante- para ganarse la mirada y la idolatría de sus compañeras. Sin ni siquiera tener un nombre, varios integrantes se fueron retirando, hasta que la formación más definitiva la integraron el baterista Christian Blaser y el bajista Luis Alarcón.
El proyecto sufrió otra baja: Alarcón se fue a un grupo sancarlino mejor aspectado y que se perfilaba como competencia, Los Crawfish. En ese minuto decidieron sumar a “Checho” Rojas, un conocido de San Carlos también amante de la música, aunque con varias singularidades: era mayor que ellos, con 22 años; era profesor normalista de varios establecimientos de la región, y ya contaba con experiencia en otras bandas, pero vinculadas al bolero, precisamente el cancionero con el que Gutiérrez y los suyos no comulgaban.
“Ellos eran muy jóvenes y musicalmente no había mucho que rescatar. Tenían eso sí mucho entusiasmo. No recuerdo tampoco que tuvieran un nombre tan claro, aunque se hacían llamar The Blue Arrows, típicos nombres en inglés de esos años. Cuando me invitan, sentí que les faltaba un vocalista. Yo podía cantar, pero preferí que no. Entonces al poco andar me atreví a proponerles un cantante”, rememora Rojas.
El educador había sido parte del Trío Inspiración, un grupo de la zona inspirado en el bolero y el trabajo vocal del grupo mexicano Los Panchos, y donde había compartido con el vocalista Germaín de la Fuente, también ampliamente conocido en San Carlos.
“Pero me dijeron que no. Con
Germaín, no. Me insistieron: ‘Nosotros queremos otra cosa y él canta pura
música mexicana’. Yo les seguí diciendo que él era dueño de un potencial
gigante, que era capaz de cantar desde Los pollitos dicen hasta Granada, pero
me siguieron diciendo que no. No me creían”.
"Porque te quiero". El primer título de la banda,
donde participa Rojas antes de su adiós. |
Según el libro Cómo quisiera decirte: la historia de Los Ángeles Negros, de Pablo Gacitúa, uno de los motivos del portazo indeclinable a De La Fuente era su fama algo nebulosa: él mismo ha dicho que por esos días era mirado como un joven trasnochador y bohemio.
“Pero me la seguí jugando por él hasta que me dijeron que sí”, completa Rojas. “Me dijeron que fuera al primer ensayo, y Germaín no llegó. Al segundo, y tampoco llegó. Hasta que me advirtieron: si no llega al tercero, que se olvide del puesto. Entonces lo fui a buscar yo mismo. Estaba con una amiga en una casa, me decía que lo esperara y que lo esperara, entonces me puse a esperarlo afuera. Hasta que lo eché arriba del vehículo y me lo llevé nomás. Al llegar lo miraron como un pájaro raro, pero después todos se fueron dando cuenta de que ahí podía haber cierta química musical”.
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